viernes, 17 de junio de 2011

CIBERCULTURA

-Cibercultura- se refiere entonces a la cultura generada en torno a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; pero también hacen parte de ella, todos aquellos artefactos y productos, comportamientos individuales y colectivos, conceptos e ideologías surgidos directamente de la implantación de las nuevas tecnologías de la información; pero según Alonso y Arzoz, esta delimitación, si bien perfila el núcleo de la cibercultura, representa sólo una parte. Los autores argumentan que, en un sentido más preciso, por cibercultura deberían entenderse todas las manifestaciones culturales generadas por todas las tecnologías cibernéticas, desde la ciencia ficción hasta la inteligencia artificial. Pero, según ellos, aún aceptando esta generosa ampliación, se dejan por fuera una cantidad de manifestaciones ciberculturales que aparentemente no tienen relación con estas tecnologías.

Lo que falla en esta visión de cibercultura es, evidentemente, el punto de vista. Desde un enfoque convencional, el que todavía emplean los –ensayos de cibercultura-, la cibercultura es invariablemente observada desde fuera como un fenómeno extraño y reciente, más o menos importante pero limitado, a lo sumo, una parcela menor que la cultura general. El panorama, visto desde dentro de la cibercultura, cambia radicalmente.

El núcleo cibercultural surgido directamente de las nuevas tecnologías abarca cada vez mayores espacios de la cultura general, en parte sustituyéndolas y en parte, y esto es lo decisivo, condicionándolas por su mediación tecnológica. Desde el interior de la cibercultura, que no es un fantasmático territorio virtual sino una percepción autoconsciente de la cultura humana, cibercultura es prácticamente toda la cultura humana. Obviamente, ésta es la realidad de los habitantes del primer mundo, realidad que para el habitante de una remota aldea africana puede ser una leyenda del hombre blanco. Alonso y Arzoz prevén que en apenas un par de décadas no quedará un rincón sobre la tierra que no forme parte del cibermundo, y si todavía sobreviven será porque el propio cibermundo considere válido conservar sus propias excepciones, a modo de –reservas de realidad-.

En definitiva, desde este –concepto ampliado- de cibercultura, todo evento humano mediado directa o indirectamente por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación pertenecen plenamente a la cibercultura, lo cual incluye buena parte de las humanidades y todas las ciencias. No obstante, aunque esta acepción ampliada sí recoge todo lo que en la actualidad puede ser considerado legítimamente cibercultura, es importante, para Alonso y Arzoz realizar una corrección fundamental; pues contra lo que es una creencia popular muy extendida y que numerosos especialistas de la cibercultura comparten, el núcleo, el origen y fundamento de la cibercultura no es ta en la novedad de la tecnología cibernética, ni siquiera en la tecnología en su conjunto, sino en ciertas ideas, -arquetípicas-, de la cultura occidental que han conformado la cibercultura. No afirman los autores que toda la cultura occidental, haya conducido a la cibercultura, pero sí que existe una tradición occidental configurada por pensadores, artistas, científicos y visionarios que progresivamente han ido generando una proto-cibercultura, una cibercultura marginal y en gran medida oculta que finalmente, en este siglo, han dado lugar a la cibercultura actual. No son por tanto la informática, la inteligencia artificial o Internet las tecnologías que han creado la cibercultura, sino, al contrario, es la cibercultura la que ha generado las tecnologías cibernéticas o al menos se han creado simultáneamente. Sólo ahora se ha reconocido la callada pero poderosa influencia que ésta heteróclita y antigua cibercultura ejercía sobre la cultura. Es importante entonces saber que la cibercultura actual es de hecho el triunfo de la tradición cibercultural, en la que se halla la explicación a las paradojas de la sociedad de la información.

Desde el interior de la cibercultura, no se debe por tanto sugerir una teoría sistemática, ni siquiera un motivo central dominante. Todo está conectado, y el motivo más nimio puede convertirse en algo fundamental. No existen entonces, temas en sentido estricto, de la cibercultura, sino –tema-, el tema inmenso y omniabarcante de la propia cibercultura. Los ensayistas ciberculturales, por rigurosos que sean sus análisis o agudas que parezcan sus intuiciones, tienen a veces la sensación de estar intentando atrapar fantasmas –virtuales-. En realidad, sólo son víctimas del mismo efecto cibercultural que afecta a cualquier habitante del cibermundo, donde imperan la impermanencia y la transformación, el relativismo y el simulacro.

La cibercultura entonces, bajo estas premisas, no posee un lector específico y mucho menos experto, se trata de un lector común. Pero si de lo que se trata es de atraerlo, si lo que se pretende es que este lector común se interese verdaderamente por la cibercultura, se debe intentar desmitificar ciertos aspectos, se debe mostrar la cibercultura y la tecnología sin tanta reverencia y como lo que son: artefactos, medios, instrumentos, posibilidades, se debe procurara que el lector pierda el miedo y descubra su fragilidad, su extraordinaria utilidad, tanto como sus falsos mitos. La cibercultura ha de cambiar todavía bastante para ser verdaderamente popular y esto depende, en primera medida de los autores de temas de cibercultura en su papel desmitificador.



                                                                                                                                                                          




MUNDIALIZACION


Como origen la mundialización se remonta a la época feudal, evidenciándose en el Renacimiento y consolidándose en la sociedad capitalista, de la que se pasa a una sociedad o sociedados mundializadas: el globo no se ha homogeneizado. La heterogeneidad, naturaleza dr la mundialización, reúne a sociedades avanzadas, caracterizadas por un orden de redes, por una racionalización de la producción y los servicios, el des-arrollo de la riqueza y la interdependencia económica del mundo. Están presentes las transformaciones en los tamaños de las clases inferidas de los cambios sectoriales ocupacionales: expansión de la economía, del aparato político, de la educación y la investigación y desarrollo de las innovaciones. Surgen nuevos movimientos sociales y formas de resolución de conflictos heredadas de una cultura política democrática. Tienen cabida en la multiplicidad los países socialistas de Estado, su organización, su concepto del poder y del privilegio. Con el alcance de la mundialización se llega al análisis de la expansión occidental, las revoluciones periféricas socialistas de China, Argelia y Cuba y, en esa misma periferia, a la caracterización de su variedad: sociedades islámicas, surasiáticas, latinoamericanas. Se asiste a la gran mutación contemporánea en las diversas sociedades: contradicciones, entrecruzamientos, dependencias y subordinaciones, convergencia y divergencia socioestructural, sistemas sociales mundiales, sociedad corporativa y también guerras nucleares, miseria y marginación, crisis ambiental. Las ideas ilustradas de la época moderna podrían servir como punto de referencia para un comportamiento de digna convivencia.




Inteligencia colectiva

La inteligencia colectiva es una forma de inteligencia que surge de la colaboración y concurso de muchos individuos. Aparece en una amplia variedad de formas de toma de decisiones consensuada en bacterias, animales, seres humanos y computadoras. El estudio de la inteligencia colectiva puede ser considerado propiamente como un subcampo de la Sociología, de las ciencias de la computación y del comportamiento de masas, un campo que estudia el comportamiento colectivo desde el nivel de quarks hasta el nivel de las bacterias, plantas, animales y sociedades humanas. Tal definición surge de los trabajos de Peter Russell (1983), Tom Atlee (1993), Pierre Lévy (1997), Howard Bloom (1995), Francis Heylighen (1995), Douglas Engelbart, Cliff Joslyn, Ron Dembo, Gottfried Mayer-Kress (2003) y otros teóricos. La inteligencia colectiva es mencionada como inteligencia simbiótica por Norman Lloyd Johnson. Mientras que Tom Atlee prefiere enfocarse en la inteligencia colectiva fundamentalmente en humanos y trabaja activamente sobre lo que Howard Bloom llamó "el CI grupal". Atlee percibe que la inteligencia colectiva puede ser fomentada "para superar el 'pensamiento de grupo' y los sesgos cognitivos individuales para permitir a un colectivo cooperar en un proceso mientras alcanza un rendimiento intelectual mejorado".
George Pór definió el fenómeno de la inteligencia colectiva como "la capacidad de las comunidades humanas de evolucionar hacia un orden de una complejidad y armonía mayor, tanto por medio de mecanismos de innovación como de diferenciación e integración, competencia y colaboración.[] Tom Atlee y George Pór sostienen que "la inteligencia colectiva también involucra alcanzar un foco de atención único y un estándar de métrica que provee un umbral apropiado de acción". Su aproximación surge en la metáfora de la COMUNIDAD CIENTIFICA.

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